11 abr 2008

4000 AÑOS DE CONTROLES

Por R. L. Schuettinger y E. F. Butler
Desde tiempos remotos, en verdad desde la misma aparición del gobierno organizado, los gobernantes y sus funcionarios han tratado, con distintos grados de éxito, de «controlar» sus economías. La noción de que existe un precio «justo» para una cierta mercadería, un precio que puede y debe ser impuesto por el gobierno, es aparentemente coetánea con la civilización.
En los últimos 46 siglos, por lo menos, los gobiernos de todo el mundo han tratado, de tiempo en tiempo, de fijar salarios y precios. Cuando sus esfuerzos fracasaban, como sucedía usualmente, los gobiernos echaban la culpa de ello a la perversidad y deshonestidad de sus súbditos, más que a la ineficacia de la política oficial. Las mismas tendencias subsisten hoy.

La pasión por la planificación económica es perenne. La planificación centralizada aparece regularmente en cada generación, de la misma forma en que es descartada luego de varios años de experimentación infructuosa, sólo para volver a surgir en una ocasión subsiguiente. Los grandiosos planes para regular las inversiones, salarios, precios y producción son usualmente presentados con gran fanfarria y fuertes esperanzas. A medida que la realidad se impone, sin embargo, los planes son modificados en las etapas iniciales, luego modificados un poco más, más tarde alterados drásticamente y finalmente se los deja desvanecer sin ceremonias. Siendo la naturaleza humana lo que es, década por medio más o menos, se desempolvan los viejos planes, tal vez con un nuevo nombre, y el proceso comienza de nuevo.
LA ANTIGUA CHINA
Al otro lado del mundo, los gobernantes de la antigua China compartían la misma filosofía paternalista que se encontrara entre los egipcios y babilonios y que sería luego compartida por los griegos y los romanos. En su estudio «Los Principios Económicos de Confucio», el erudito chino Dr. Ruan-Chang Cheng, afirma que las doctrinas económicas de Confucio sostenían que «la interferencia del gobierno es necesaria para que la vida económica y la competencia sean reducidas a mínimo».
«El Sistema Oficial de Chou», por ejemplo, era un manual de regulaciones gubernamentales para uso de los mandarines de la dinastía Chou bajo la cual vivió Confucio (nacido en el año 552 AC). Según el Dr. Chen, existían reglamentaciones detalladas de la vida comercial y los precios eran «controlados por el gobierno». Existía una enorme burocracia encargada de esta tarea; el Dr. Chen relata que había un jefe de comerciantes para cada veinte comercios y su deber era establecer el precio de cada ítem vendido de acuerdo al costo. «Cuando sobreviene cualquier calamidad natural», escribe, «los comerciantes no están autorizados a elevar su precio; por ejemplo, durante una hambruna el grano debe venderse al precio natural (esto es, al precio que el gobierno considera «natural») y durante una gran epidemia los ataúdes deben venderse en la misma forma».
Los funcionarios del antiguo imperio chino esperaban hacer lo que los miembros de su clase habían intentado siempre: reemplazar las leyes naturales de La oferta y la demanda por su propio juicio, supuestamente superior, de lo que a correcta oferta y demanda debían ser. Según el sistema oficial de Chou (cerca del año 1122 AC) se nombraba un superintendente de granos cuyo trabajo era inspeccionar los campos y determinar la cantidad de granos a ser recolectada o distribuida de acuerdo con las condiciones de la cosecha, cubriendo el déficit de la demanda y ajustando a oferta. En verdad, todavía existen de aquella época extensos «libros de textos» económicos.
El Dr. Chen comenta lacónicamente sobre este sistema en una nota al pie: «En tiempos modernos esta política ha sido invertida. Durante una hambruna, el precio del grano es elevado para inducir a los comerciantes a cosechar más grano».
Las regulaciones citadas antes, según el Dr Chen, «eran las normas efectivas bajo la dinastía Chou. En efecto, durante el período clásico. el gobierno interfería en la vida comercial muy minuciosamente».
Sin embargo, los resultados no fueron muy favorables. «Según la historia, afirma el Dr. Chen». «cada vez que el gobierno tomaba cualquier medida minuciosa, fracasaba, con pocas excepciones... desde la dinastía Chin (221-206 AC) hasta el gobierno de la China Roja no se controló la vida económica del pueblo como lo hacia el gobierno de la antigua China». Aparentemente, los mandarines chinos aprendieron de la experiencia.
Sin embargo, aún en el período clásico de la historia china existía un cierto número de economistas perceptivos que vieron la futilidad de la regulación gubernamental de los precios, como medio de controlar la inflación. Más aún, culparon directamente al mismo gobierno de los precios elevados. Por ejemplo, el economista Yeh Shih (1150-1223) anticipó por varios siglos el principio conocido como la ley de Gresham en Occidente.
«Los hombres que no investigan la causa fundamental», escribió, «simplemente piensan que debe utilizarse papel cuando la moneda es escasa. Pero en cuanto se lo emplea, la moneda es más escasa aún. Por lo tanto, no es sólo que la suficiencia de productos no puede verse, sino también que la superficie de moneda no puede verse».Otro economista de aproximadamente la misma época, Yuan Hsieh (1223), visualizó el principio aún más claramente. Escribió:
«Ahora, los funcionarios están ansiosos de incrementar la riqueza, y quieren poner en circulación tanto moneda de hierro como de cobre. Si se hiciera abundante a la moneda repentinamente durante un período de escasez sería muy bueno. Pero el hecho nunca puede ser así. Antes, debido a que la moneda papel era demasiada, la moneda cobre se volvió escasa. Sí ahora agregamos la moneda hierro, ¿no será aún más escasa la moneda cobre? Antes como el papel moneda era demasiado, el precio de las mercancías era caro. Si sumamos ahora la moneda hierro al mercado, ¿no será el precio aún más caro?... Cuando observamos las distintas provincias, los hechos generales son éstos. Donde se emplean tanto el papel y la moneda, el papel es superabundante, pero la moneda es siempre insuficiente. Donde la moneda de cobre es la única sin ninguna otra clase, la moneda es usualmente abundante. Por lo tanto, sabemos que el papel sólo puede dañar la moneda cobre, pero no solucionar su escasez».
Mirando hacia atrás a lo que sabemos es la historia ineficaz de los intentos gubernamentales de controlar la inflación regulando los precios y los salarios, resulta claro que estos dos economistas chinos de hace ocho siglos conocían perfectamente entonces una ley de la economía que muchos líderes políticos no han aprendido hasta hoy.

Fuente:
Centro de Estudios Economico-Sociales
Año 30, No. 652
http://www.cees.org.gt/